El perdón no significa olvido, no
es olvidar lo que ocurrió, tampoco quiere decir que estés de
acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes.
No significa crear excusas o
justificar malos comportamientos. El perdón es una manifestación
que debemos renovar a diario para engrandecer nuestro corazón y
liberarnos de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo.
Debemos fundamentar el perdón
admitiendo lo que pasó, lo más importante es, primero, perdonarnos
a nosotros mismos.
Cuando alguien nos hace mucho daño,
solemos quedar muy afectados y despertamos el sentimiento del odio,
odiamos al que nos provocó dolor, esto nos quita la serenidad y no
podemos pensar, lo mejor es distanciarnos de quien nos hizo daño,
para poder recuperarnos.
Perdonar, no es aceptar lo sucedido
con resignación, claro que sentimos dolor, por tanto, sin minimizar
lo ocurrido, jamás debemos dar la razón a quien nos lastimó.
Sencillamente, debemos dejar de lado
o tratar de olvidar, aquellos pensamientos y sentimientos
negativos que nos causaron daño o ira.
Cuando estemos más calmados,
debemos proponernos perdonar desde el fondo de nuestro corazón,
tenemos la libertad de analizar lo sucedido con más calma y seguro
que perdonaremos tomando la decisión de olvidarnos de esos
desagradables hechos.
La falta de perdón nos hace sentir
resentimiento hacia las personas y nos enferma el alma, perdiendo la
capacidad de amar y con la facilidad de volvernos personas amargadas
y vengativas.
Perdonar no es olvidar, es recordar
sin dolor, sin amargura, sin rencor, perdonar es recordar lo
positivo, no lo negativo y como alguien dijo: “La mejor venganza,
es el perdón”
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